jueves, 15 de diciembre de 2022

(Hermetismo, Tecnología, Ciencia Moderna)

Entre paréntesis, separados por comas, es como se delimitan en muchos lenguajes de programación los elementos de una tupla, en nuestro caso, una tripleta. El texto de Paolo Rossi nos plantea las diferentes relaciones y diferencias entre las distintas formas de hacer ciencia antes del siglo XVII y después de éste. Para este ensayo, vamos a centrarnos en las relaciones entre los tres conceptos, más que en sus diferencias.

Del más antiguo al más moderno, y en pocas palabras, la tradición hermética fue aquella forma de hacer ciencia en la que el saber se transmitía de maestros a aprendices y en dónde las personas que la realizaban se consideraban los elegidos frente a los ignorantes, que constituían al resto de la población. Su saber se regía por el secretismo ya que sus conocimientos se plasmaban en distintos libros o códices con una jerga específica que no podía ser entendida por aquellos que no pertenecerían a ese grupo selecto. La práctica tecnológica, por otro lado, es una forma de hacer ciencia que surgió a finales del siglo XV y en donde los conocimientos científicos se utilizan para crear distintos instrumentos (o máquinas) en talleres (o fábricas) para resolver los problemas del pueblo llano. Por último, la ciencia moderna es aquella ciencia que empezó a realizarse en el siglo XVII a través de las distintas asociaciones o sociedades de científicos de manera más teórica. Podríamos decir, por tanto, que en cierto modo la ciencia actual es una unión de la ciencia moderna y la práctica tecnológica.

Ya situados con los conceptos más claros, vemos que la primera relación que se induce tras leer el texto de Rossi es que, aunque fueran llamadas de otra forma, las distintas materias o ramas de la ciencia que trataban las tres maneras de hacer ciencia eran muy parecidas entre sí. En las tres intenta estudiarse la realidad natural, ya sea por medio de la experimentación en el caso de la tradición hermética, por la creación de distintos objetos en la práctica tecnológica o por la investigación en la ciencia moderna.

Referido a la enumeración de estas ramas encontramos dos citas muy interesantes en el texto. La primera, referida a la ciencia moderna, es una cita de John Wallis: “Habíamos excluido de nuestras consideraciones la teología; nuestro interés se dirigía hacía la física, la anatomía, la geometría, la estática, el magnetismo, la química, la mecánica y los experimentos naturales”. De esta cita podemos deducir que, quitando la religión, el resto de ramas científicas continuaron siendo las mismas que las que se estudiaban y desarrollaban en la tradición hermética. La segunda cita proviene del subapartado de “Talleres”, ya dentro de la parte tecnológica: “Junto al arte de empastar los colores, de tallar las piedras, de colar el bronce, junto a la pintura y la escultura, se enseñan rudimentos de anatomía y de óptica, de perspectiva y de geometría”. De aquí deducimos que también los artistas y los ingenieros tienen como base común esas mismas ramas de la ciencia.

Supletoriamente a todo esto, el texto de Rossi nos indica que las matemáticas son la intersección entre artistas y científicos. Deducimos, por tanto, que los pintores, los arquitectos y los ingenieros usan las mismas matemáticas que los físicos, los químicos y los astrónomos. De hecho, en todo el texto nos dejan caer que las matemáticas son la base de la ciencia, sea ésta de cualquier tipo.

Otra relación que hace Rossi en su texto es que, en las tres maneras de hacer ciencia, transmitir los conocimientos consiste en saber explicarlos y probar los descubrimientos o invenciones propias al resto de ingenieros o científicos. Este punto se ve muy claro en el saber hermético, puesto que los conocimientos se transmitían por definición de maestro a alumno y, para continuar con las teorías del maestro, el alumno debía entender, comprender y creer las proposiciones del maestro. Para la práctica tecnológica, también parece claro este punto, ya que solo los experimentos exitosos, cuyo resultado podría comprobarse fehacientemente, serían los que triunfarían en la manera de hacer esta ciencia. En la ciencia moderna, este punto se ratifica con la siguiente cita del texto: “la verdad no va unidad a la autoridad de la persona que la enuncia, sino únicamente a la evidencia de los experimentos y a las fuerzas de las demostraciones”.

Una relación más que hace Rossi entre todas las ciencias es que las tres parten de los mismos personajes como referentes. En cuanto a la práctica tecnológica, el texto indica: “muchos de los artesanos más avanzados buscan en las obras de Euclides, de Arquímedes, de Herón, de Vitrubio, una respuesta a sus interrogantes”. Estos mismos científicos, junto a otros de la misma época como Pitágoras, Platón o Aristóteles fueron los referentes tanto para la tradición hermética como, por transitividad, para la ciencia moderna. La palabra transitividad en este caso tiene un significado concreto y es que, Rossi también hace una relación parcial entre práctica hermética y ciencia moderna en el texto. Esta relación consiste en que muchos de los científicos representativos del inicio de la ciencia moderna también basaron parte de sus investigaciones en los resultados de los científicos de la época del hermetismo y muchos de ellos jugaron también con esas reglas o, incluso, con la creación de diversos autómatas como Descartes. Científicos que han llegado a nuestros días como genios (Copérnico, Kepler, Newton, Leibniz, Francis Bacon…) también profundizaron sobre distintos aspectos, a los que de ningún modo ahora llamaríamos ciencia, en ciertos momentos de su vida.

Por último, el ejemplo final que usa Rossi para las semejanzas en estas tres ciencias es la figura de Leonardo da Vinci. Leonardo es la representación perfecta del hombre de múltiples conocimientos, como suele ocurrir para distintos científicos en todas las épocas: desde un representante del hermetismo a uno de la ciencia moderna pasando por el que practicaba distintas formas de arte o tecnología. Con Leonardo, Rossi quiere mostrar que tanto la práctica como la teoría son representaciones de lo mismo, es decir, representaciones de la misma ciencia (o arte). Y no es sino en la unión de esas dos facetas donde de verdad podemos conseguir la verdadera ciencia. Esta misma idea la desarrolla Rossi casi al final, como una conclusión de todo su alegato a partir de una cita de Gottfried Leibniz: “Por un lado, los técnicos desconocen los usos que pueden hacerse de sus experimentos, por el otro lado los científicos y los teóricos ignoran que muchas de sus desiderata podrían ser satisfechas por el trabajo de los mecánicos”.

En resumen: solo una ciencia que aúne tanto teoría como práctica, como la que venimos desarrollando actualmente, puede llegar a considerarse una ciencia verdadera. En el sentido de que, sin una de las dos partes, nos estamos perdiendo más de la mitad de los desarrollos que puede realizar el ser humano en la contribución hacía el conocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué medio de transporte es mejor en una ciudad grande como Madrid?

Un año más he sobrevivido a los contenidos de las asignaturas del Máster en Cultura Científica de la UPNA. He entregado todas las tareas (au...