domingo, 29 de enero de 2023

Le calendrier révolutionnaire

O, en otras palabras, el calendario revolucionario, que fue el calendario que se impuso en Francia tras la revolución francesa como una forma de desligarse de los elementos más característicos del antiguo régimen.

El calendario revolucionario fue confeccionado por los sabios (científicos) de la época y, como no podría ser de otro modo tras dedicárselo a uno de los matemáticos, su estructura sigue un patrón bastante simétrico: empieza en el equinoccio de otoño, tiene doce meses de treinta días, cada uno constituido por tres decenas de días, y acaba con los cinco días faltantes para sumar los 365. Estos últimos cinco días se consideran fiestas nacionales y están dedicados a la virtud, el talento, el trabajo, etc. El problema de los años bisiestos (y sus derivados cada cien y mil años) se resolvió con un día denominado franciada en el que se celebraba el día de la revolución.

Para intentar dar a conocer el calendario al público general y propiciar el uso y el cambio del calendario gregoriano, se le pidió a un poeta que eligiera nombres fáciles de recordar para cada uno de los meses de año. De esta forma, los nombres elegidos estaban relacionados con la climatología y se utilizaron distintas reglas nemotécnicas para distinguir los tres meses de cada una de las cuatro estaciones. Además, cada uno de los días del año fue dedicado a elementos del mundo natural (animales, plantas, minerales o herramientas).

Podemos ver en la siguiente imagen los distintos nombres que recibieron los doce meses en este calendario:

El calendario, tras la subida al poder de Napoleón Bonaparte, tuvo los días contados y se abolió con el inicio del año 1806. Las razones que explican la vuelta al calendario gregoriano son varias, algunas de las principales son:

- Con el nuevo cambio de régimen, el calendario revolucionario dejaba de tener sentido. Napoleón usó la vuelta al calendario usual como una forma de reconciliarse con la Iglesia que estaba en contra de éste y de legitimar su golpe de Estado en Francia.

- El calendario revolucionario era demasiado matemático y artificioso. El calendario gregoriano, aunque es cierto que ensalzaba la figura de los santos, tenía como raíces los calendarios egipcio y babilónico que consideraban los flujos lunares y de la tierra como su principal razón de ser. La inclusión de los últimos cinco días en el calendario revolucionario era un intento de los sabios franceses para que la conversión fuera completa, pero el ritmo que marcaban los meses de 30 días no se ajustaba correctamente con los ciclos astronómicos que se daban en la realidad.

-  Era un calendario que solo se usaba en Francia y que, por ese mismo motivo, separaba al país del resto de países circundantes. Es cierto que durante el período revolucionario hubo otros dos intentos de cambiar la forma de medir el tiempo y las longitudes además del cambio de calendario (los días de 10 horas, 100 minutos y 100 segundos y la convención del metro como sistema de longitud general). El primer caso fracasó de forma estrepitosa y el segundo sigue vigente en nuestros días. El calendario revolucionario fue una mezcla de ambos, fracaso al final, pero permaneció vigente durante casi 15 años y hubo un amago de volver a instaurarlo en 1871 tras la Comuna de París.

A mi modo de ver hay una razón más, aunque un poco más escondida. En todos los cambios que se realizan de este tipo, la población tiene mucho que ver y que decir. Unas veces los sistemas nuevos se aceptan y otras veces no. El sistema métrico decimal fue aceptado ampliamente por la población francesa porque ella misma veía la necesidad de un sistema que midiera las longitudes de la misma forma a lo largo de todo el país. Del mismo modo, y con un ejemplo más cercano a nuestros días, el cambio de la peseta al euro fue necesario debido al intercambio monetario que pretendía imponerse en todo el territorio de la Unión Europea.

Los cambios también pueden aceptarse aunque no los pida específicamente la población, pero en este caso deben ser conversiones mucho más simples. El cambio de la medición del tiempo a un sistema decimal no fue aceptado precisamente por ello. Cambiar de una base hexadecimal a una decimal no es fácil y el proceso de intercambiar toda la cantidad de relojes que existía en aquella época se tornaba prácticamente imposible. El calendario, por otro lado, es un sistema a caballo entre ambos: era lógico y no se veía tan complicado como el cambio de reloj, pero no era un cambio que necesitará la población francesa en realidad.

Las causas de su desaparición probablemente también vinieron porque con solo 15 años, volver al calendario gregoriano fue muy fácil. El resto de países lo seguía utilizando y, por consiguiente, ese calendario no desapareció del todo en la población francesa. Si algún ciudadano viajaba a Alemania, a Italia o Inglaterra tendría que adaptarse a su calendario. Por lo tanto, la conversión entre ambos sistemas seguramente se realizara casi todos los días.

No es así, por ejemplo, con el cambio de la peseta al euro, del que han pasado ya 21 años. En este caso, el cambio fue total y no se ha seguido utilizando la conversión en pesetas de forma asidua. Prácticamente solo las personas que durante muchos años compraron bienes con esa moneda recuerdan la estructura de su funcionamiento. Las nuevas generaciones desconocen como funciona el sistema de precios con la peseta y, por lo tanto, una vuelta a ese sistema en nuestros días se vería no como un cambio al antiguo sistema que todos seguían conociendo como en la población francesa, sino como un cambio a un sistema desconocido para muchos de sus ciudadanos.

Esto, para mí, también explica que la vuelta al calendario gregoriano en la Francia de 1806 se aceptara igual que se aceptó el cambio al calendario revolucionario. Los ciudadanos seguían conociendo el anterior sistema y veían muchos más puntos a favor en volver a usarlo que en seguir con el calendario que medía el paso de sus días en ese momento.

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