jueves, 14 de marzo de 2024

La ansiedad de los opositores

Una de las preocupaciones más frecuentes de los jóvenes de nuestra generación es la de conseguir un trabajo estable que nos permita, al menos, tener un sueldo con el que podamos empezar a vivir (el tema del alquiler/hipoteca mejor para otro día).

Por eso mismo, y desde hace algún tiempo, ante la inestabilidad laboral por determinado tipo de puestos y la falta de oferta de ciertas carreras, el camino de estudiar una oposición es uno de los más socorridos por los jóvenes.

 
El año pasado aprobé una oposición (en realidad dos, pero una contenía el temario de la otra). Por suerte, en mi caso, viví casi todo el proceso selectivo de manera bastante tranquila. Solo he acabado harta de los plazos tan lentos de la administración y no he tenido que sufrir esa conocida ansiedad y malestar que muchas otras de mis amigas han sentido o sienten al pensar que aprobar una oposición es la única oportunidad que tienen para vivir de manera decente y sin que les exploten en un trabajo de consultoría o concatenando contratos parciales o temporales que no les llenan y les causan aún más malestar.

A pesar de todo, el proceso de las oposiciones es muy duro. Más de lo que muchos pensarían. No puedes saber lo qué se siente si no lo vives en tus propias carnes. Y, si, lo sé porque se opina diferente sobre las oposiciones de amigas antes y después de opositar.

La constante presión, el no saberse suficiente, el pensar que si fallas en el examen tienes que esperar mínimo un año a la siguiente convocatoria… genera estrés, mucho estrés, y ansiedad. Vives preocupada por si no has estudiado tanto como necesitas, aunque te hayas pasado horas y horas en la biblioteca o en casa. Quieres que salgan las notas y la fecha del próximo examen, pero a la vez te da miedo abrir la página del ministerio cuando al fin salen los resultados. Vives durante unos meses en una montaña rusa de emociones, donde un día piensas que puedes con todo y al siguiente que es imposible que lo consigas y eres una completa inútil porque has gastado demasiado tiempo en algo que nunca va a salir bien.

Y lo peor de todo, en mi opinión, es que el sistema ni siquiera es justo. Leer antes o después en un examen oral determina en algunos casos si el tribunal te aprueba o no, jugártela a contestar más preguntas en un test en vez de dejarlas en blanco te hace estar dentro de la nota de corte o no. No aprueban los que más saben, aprueban los que más aguantan, los que se matan a estudiar un tipo de examen concreto y tienen suerte con las preguntas o los temas que caen.

No saber cuándo llegará la próxima noticia del BOE o del proceso selectivo desespera, acabas creando adicciones absurdas como la necesidad de refrescar la página del ministerio una y otra vez, aunque sepas que no va a cambiar nada. Te da miedo leer los mensajes del grupo que tienes con el resto de personas que se presentan por si han salido las notas y no estás.

Todas esas emociones concentradas en tan poco tiempo dejan mella, aunque lleves la oposición bien y pienses que vayas a aprobar y con nota. Cuando terminas un examen, de la tensión, los siguientes días te pones mala y no puedes hacer nada para evitarlo. Cuando terminas el proceso selectivo y has aprobado, al fin, te pasas meses sin saber cómo reconstruir de nuevo tu vida al no tener nada que estudiar y perder la razón por la que te levantabas cada mañana. Porque si apruebas, eso no significa que el trabajo empezará al día siguiente. Al contrario, te esperan meses y meses de espera hasta que sale el resultado del proceso en el BOE, realizas el curso selectivo y esperas en un sitio de prácticas que no es realmente el que vas a ocupar hasta que sale al fin tu nombramiento. Y cuando al fin sale, te toca pegarte con la administración rellenando mil y un papeles distintos.

En muchos casos, además, las oposiciones son un camino solitario en dónde renuncias a todo solo por y para aprobar. Amigos, quedadas, viajes, vacaciones. Nada de eso importa cuando aparece la ansiedad y, si descansas, te sientes mal por no estar estudiando. Las oposiciones te cambian completamente la química cerebral. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. No eres la misma persona antes de opositar que después, o al menos no lo eres inmediatamente.

Y en estos últimos años, donde las ofertas de empleo público son tan grandes, hay mucha gente que aprueba sí, pero a qué precio. Algunos necesitan infusiones o ansiolíticos antes de cada examen. Otros abandonan su vida durante años por tener una mínima oportunidad de conseguir esa ansiada plaza y sin ninguna garantía de conseguirla realmente. Muchos tienen que compaginar trabajos mal pagados mientras estudian, porque ni siquiera pueden permitirse parar unos meses y enfocarse bien en las oposiciones.

Es un camino tortuoso, lleno de baches y obstáculos, en donde además muchas veces necesitas un colchón económico o una familia y amigos que puedan apoyarte en todo durante todo el proceso.

Yo tuve suerte, pero tengo también amigas que han sufrido mucho para conseguir su plaza y otras que, aun intentándolo varias veces, no han obtenido esos ansiados resultados. Por eso este texto va tanto por mi como por ellas. Porque nadie debería matarse a estudiar para conseguir un trabajo estable, pero, por desgracia, es a lo que la sociedad nos ha obligado a algunos y me temo que no va a cambiar en el corto plazo.

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