martes, 5 de marzo de 2024

Oír vs Escuchar

Introducción

La RAE define oír como “percibir por el oído [un sonido] o lo que [alguien] dice”, mientras que el significado que presenta para la palabra escuchar es el de “poner atención o aplicar el oído para oír [algo o a alguien]”.

Por lo tanto, y según lo que se puede deducir de estas dos acepciones, para poder escuchar, antes hay que oír. Además, a priori, la acción de oír la realiza el oído, por lo que es independiente de nuestros deseos; mientras que la de escuchar la realizamos activamente.

El procesamiento de los sonidos

En relación con la escucha activa, podemos pensar si procesamos todos los sonidos o solo aquellos que nos interesan. Una primera aproximación, mucho más sencilla de lo que ocurre realmente, es la de proponer que procesamos solo los sonidos que escuchamos, es decir, que procesar un sonido está relacionado con el verbo escuchar en vez de con el verbo oír.

Es indudable que, en ciertas situaciones, podemos oír muchos sonidos a la vez, pero solo podemos prestar atención, y por tanto escuchar, a unos pocos de ellos. Si nos encontramos en el metro, en una quedada con muchas personas o en la oficina, aparte del ruido ambiental, pueden llegar a producirse multitud de conversaciones distintas al mismo tiempo. Razonablemente, estaremos escuchando y procesando la información de la conversación en la que participamos y, si alguna de las personas tiene interés y capacidad, igual puede prestar atención a una o dos conversaciones adicionales del entorno en el que se encuentra.

Parece obvio, entonces, que escuchamos de forma discriminada según nos interese lo que oímos o no y que, realmente, solo procesamos la información que nos importa. Sin embargo, en muchas ocasiones, aunque no prestemos atención a ciertos sonidos, estos también han sido procesados y no nos damos cuenta de ello hasta un rato después.

Me explico con esto último: muchas veces, al mismo tiempo que escuchamos y participamos en una conversación, hay sonidos que reconocemos de fondo (en este caso me refiero a canciones, es decir, a música) y, aunque parezca que no nos estamos enterando, al rato nos podemos encontrar tarareando esa misma canción que sonó hace algún tiempo sin saber de dónde nos viene esa reacción realmente. No hemos escuchado ni querido procesar la canción activamente, pero la hemos oído y, si nuestro cerebro la ha reconocido, se la sabe y ya ha realizado otras veces esa misma acción de repetirla en nuestra cabeza, se ha realizado la asociación inconsciente y se ha reproducido ese patrón adquirido.

La relación que existe con la música

La música, por lo tanto, parece un elemento que no cumple con las mismas reglas que siguen las palabras en las conversaciones; aunque si oyes sin prestar atención el título de un libro, de una película o de algo que reconoces en una conversación ajena, igual te enteras y quieres prestar atención activamente, es decir, escuchar; lo que se dice sobre ello a partir de esa mención (me ha pasado también, por eso lo menciono).

La relación que tenemos con la música es completamente personal y es obvio que no todos la percibimos de la misma manera. Ya sea porque hay canciones que nos llegan más o nos emocionan, por que quién las canta nos levanta alguna pasión o simplemente por los instrumentos y el ritmo, a casi todos nos suele gustar más un tipo de música que otro o, si nos parecen indiferentes muchos géneros musicales, seguramente exista uno de ellos que no soportemos de ninguna manera debido a que nos parezca demasiado estruendoso o nos aburra soberanamente (el reggaetón, el heavy-metal, la música electrónica...).

Del mismo modo, y aunque nos gusten ciertos estilos musicales en ciertos contextos, en otros nos pueden parecer increíblemente molestos. Cuando estudiamos la mayoría de las personas prefieren o hacerlo sin música o hacerlo con algún tipo de música relajante de la que se puedan abstraer fácilmente. En otros casos (el mío, por ejemplo), estar escuchando música de reggaetón, electrónica o de Taylor Swift puede ser indiferente, aunque la actividad sea pasar los teoremas y demostraciones de la clase de matemáticas que has tenido esa mañana.

Existe música que nos gusta escuchar, música que nos gusta oír de fondo cuando realizamos una actividad física y música que no nos molesta cuando estamos conversando con otra persona o pensando en nuestras cosas porque nos permite abstraernos y no prestarla atención. Del mismo modo, hay música con la que no podemos contar al realizar alguna de estas acciones porque nos distrae, aunque en otra situación nos encante oírla.

Es sorprendente, por tanto, la diferencia que debe existir en nuestros cerebros y en cómo percibimos los distintos sonidos para que algunas canciones nos generen emociones positivas y otras negativas, pero a otra persona le ocurra justo lo contrario con ese mismo tipo de música. Nos hace pensar que, aunque mecánicamente nuestro oído funciona de manera muy parecida, nuestra manera de percibir y procesar esos sonidos es completamente diferente entre nosotros.

Conclusiones

Se han comentado las diferencias de significado que existen entre los verbos oír y escuchar y de cómo el procesamiento de la información no se realiza solo activamente por medio de la escucha. Justo relacionado con ese procesamiento, la música juega un papel completamente diferente al que realizan otro tipo de sonidos. Además, se han comentado las emociones que genera los distintos tipos de música para unos individuos u otros y, especialmente, como para una misma persona la misma música puede ser ideal para realizar unas acciones y completamente lo contrario en otras.

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