La verdad es el valor epistémico que indica la conformidad de las cosas con el concepto que se forma en la mente sobre ellas. Relacionado con ella, está el valor epistémico de la mentira, que se muestra como su contrario. Es muy difícil separar los conceptos verdad-mentira con otros como bueno-malo o justo-injusto, que están intrínsecamente relacionados con la ética y con la sociedad que se dan en una población, respectivamente.
La verdad, por tanto, se encuentra arraigada en muchas cuestiones tanto de tipo social como ético. Se entiende que el acto de la verdad favorece tanto al bien social como a la justicia social, en donde se refuerza el bienestar de la mayoría y no de sujetos individuales. En otras palabras, en las sociedades que propugnan con la verdad, el fin último es conseguir el bien común.
Si las decisiones de las instituciones y órganos políticos o de justicia están alineadas con la verdad, se favorece tanto la honestidad intelectual como la fiabilidad social que se muestra ante los ciudadanos. Además, actuar mediante el axioma de la verdad dificulta la manipulación y el engaño que propugna la mentira. Lo que es verdadero se constituye como bueno, mientras que lo que es falso se relaciona con lo malo.
En resumidas cuentas, el valor epistémico de la verdad está intrínsecamente relacionado con la ética y la sociedad que se da en una población. A mayor verdad propugnada, mejor será la sociedad en cuestión y, a menor verdad (o mayor mentira), peor será la sociedad reflejada.
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