jueves, 7 de marzo de 2024

Dos obras de arte que me han marcado

Introducción

Siempre es difícil hacer una introspección, pero más cuando vas buscando a propósito las sensaciones que te produjeron en su día ciertas piezas artísticas. No existe una respuesta mala ni buena, solo la importancia que quieras darle a tu elección.

Por eso mismo, las dos obras que he escogido son una respuesta válida de entre tantas otras que podrían haber sido. Es imposible abarcar hasta qué punto puedes tener asociada una obra de arte con un recuerdo concreto, con una sensación o con un libro. Incluso, con una persona que es importante en tu vida.

Para esta entrada me he decantado por dos pinturas con las que he tenido alguna relación en algún momento. Igual son un poco cliché, visto que podía haber pensado en muchas otras más peculiares. Al final, he pensado que en la simpleza está la virtud y que, aunque una obra sea muy famosa, para una persona concreta puede significar algo completamente distinto que para otra. De esos pensamientos vienen la elección de las obras. Espero que al terminar el comentario haya sabido transmitir por qué han llegado a ser tan importantes para mí.

Las Meninas de Diego Velázquez

Este cuadro es, por antonomasia, la obra más conocida del pintor y, en cierto modo, una de las obras más relevantes del Museo del Prado. Yo, sin embargo, no la he elegido por nada de eso. La he elegido porque, al igual que supongo que le ocurre a tantos otros, es una de las primeras obras que recuerdo.


Para alguien que vive en Madrid esto no es tan difícil como parece, ya que cuando eres pequeño, en el colegio, te suelen llevar a museos cercanos para realizar talleres y estudiar sus obras. Efectivamente, una de las excursiones que tuve fue la de ir al Museo del Prado y jugar con este cuadro. No sé si es el primer museo al que fui, supongo que no, pero sí sé que es la primera pintura con la que me sentí identificada.

Puede que, en cierta manera, hiciera una asociación inconsciente del pintor Diego Velázquez con mi nombre, ya que ese mismo apellido es el cuarto apellido de mi madre y, por tanto, mi octavo. La relación de un pintor que vivió hace mucho tiempo con la de mi ascendiente lejano fue la primera asociación que hice y explica porque me fijé justamente en este cuadro. Ahora sé que el tiempo en el que vivió mi tatarabuelo debió ser diferente al que vivió Velázquez, pero siendo pequeña una puede soñar que está relacionada de alguna manera con alguien a quien admira por hacer hecho algo tan bonito e importante.

Además, aparte del nombre del pintor, el cuadro me pareció diferente por querer reflejar una familia real en donde precisamente los reyes no aparecen de la manera habitual en la pintura. De cierta manera, esa forma tan distinta de hacer las cosas me cautivó porque yo no era, precisamente, una niña a la que llamarías normal. Jugaba al fútbol con los chicos y tenía muy claro desde muy pequeña que quería ser matemática. Por suerte, mis padres nunca pusieron muchas pegas a mi forma de destrozar todos los roles de género y, en cierto modo, me asociaba con Velázquez por romper ese orden establecido en una pintura que debía ser el retrato de la familia real, pero sin serlo realmente.

Por otro lado, y como ya he mencionado, siento el Museo del Prado como uno de los primeros lugares en los que contacte con el arte. En ese museo me he perdido más de una vez, me he asustado con las pinturas negras de Goya, he relacionado pinturas con amigas que han estudiado carreras artísticas y he compartido curiosidades sobre cuadros concretos. Entre todas esas cosas, mi obsesión por Velázquez desde tan tierna edad.


Debido a todo esto, y aprovechando que el 12 de octubre es un día en el que muchos museos nacionales tienen entrada gratuita, mis amigas y yo nos dudamos en realizar una visita a museos que teníamos pendientes desde hacía un tiempo: empezando en la Galería de las Colecciones Reales y acabando en el Museo del Prado. Esa revisita al primer museo que se me viene a la mente tras muchos años sin haberlo hecho fue un gran día que aún atesoro en mi mente.

La tarde fue bastante productiva porque nos dio tiempo a ver todo el museo. El viaje por la primera planta, que es por la que entras, con el anhelo de volver a ver a Las Meninas superó al resto de mis emociones. Sobre todo porque escogimos de forma inconsciente la ruta que empieza por uno de los laterales y en la que vas viendo obra tras obra famosa de Velázquez: la rendición de Breda, las hilanderas, el triunfo de Baco… La espera mereció la pena porque, al llegar a la sala con las pinturas de Velázquez en donde los retratos ecuestres acompañan a su obra magna, las emociones que sentía estaban a flor de piel.


El Éxtasis de Santa Teresa de Gian Lorenzo Bernini

La segunda obra que he escogido es una de las piezas más famosas de mi escultor favorito. Mi relación con Bernini también se remonta al colegio, pero en este caso a la educación secundaria. No recuerdo la asignatura, pero sí que tuve que realizar un trabajo con mi mejor amiga sobre la escultura barroca. Ella se encargó de presentar la parte española y yo la internacional. Más concretamente, hablé de la obra de Gian Lorenzo Bernini.

Quizá fue una tontería porque el retrato de Bernini nos recordaba al de Bécquer o quizá fue cualquier otra relación absurda que hicimos durante el trabajo, pero de algún modo mi obsesión por las obras de este escultor empezó a aflorar y, de todas ellas, el Éxtasis de Santa Teresa siempre me ha parecido la más increíble.


En 2016 tuve la suerte de que mis padres quisieran veranear en Roma. A mi todo el viaje en sí me entusiasmada, debido a la cantidad de obras y construcciones famosas que íbamos a poder ver. De entre todas ellas, como no podía ser de otro modo, estaba el poder vislumbrar las esculturas de este artista que me había cautivado tanto.

He elegido esta obra porque, aparte de parecerme que es la que más expresa las emociones, también es la que está más alejada del resto y la más difícil de ver en un viaje turístico por esta increíble ciudad si no cuentas con el suficiente tiempo para hacer (de hecho, tengo un book de la escultura en mis fotos del móvil y de ahí la imagen que acompaña esta entrada).

En la ciudad de Roma, Bernini cuenta con mínimo dos esculturas decorando sus increíbles plazas: la Fuente de los Cuatro Ríos en la Plaza Navona y la Fuente del Tritón en la Plaza Barbenini. Además, muchas de sus esculturas más representativas se encuentran en la Galería Borguese, galería a la que obviamente pedí a mi familia visitar para que pudiera ver en persona las esculturas de Apolo y Dafne, el Rapto de Proserpina y el David. De hecho, para hacer la visita más amena, mis hermanos y yo decidimos dibujar cada una de esas obras y luego le pedimos a una amiga externa que hiciera de juez imparcial y nos dijera qué estilo le gustaba más de cada una (la imagen de esos pobres dibujos a continuación).

 

Por todo ello, obviamente le pedí a mis padres si podíamos ir a la Iglesia de Santa María de la Victoria, que es el lugar donde se encuentra el Éxtasis de Santa Teresa. Al contrario que con mi última visita a ver Velázquez, en este caso no recuerdo mucho de ese momento. Los recuerdos por las fotos que tengo en el móvil me hacen ver que fue un momento al que le di mucha importancia. Quizá por eso tenga como deseo volver a Roma más pronto que tarde, para recordar exactamente lo qué es ver en persona las obras de arte de alguien que te ha marcado en algún momento de tu vida.

Conclusiones

Como todo lo que tiene relación con las emociones, lo que te llegue a transmitir, lo que te provoque una obra o los recuerdos y relaciones que tengas con cada una de ellas es único y especial. Aunque no sea el indicador principal, si una obra genera muchas emociones distintas a muy variadas personas, es mucho más probable que sea conocida o que se siga transmitiendo que si no lo hace.

La técnica es importante, de hecho los dos ejemplos que he escogido fueron realizados por ilustres artistas de su tiempo cuya técnica y modo de ejecución es absolutamente espectacular, pero la técnica no lo es todo. Que una misma obra artística pueda significar una cosa para una persona y otra completamente distinta para otra es lo bonito del arte, lo que lo hace tan único y especial. Ojalá sigamos creando arte durante mucho tiempo y emocionándonos por las creaciones que realizan otros.

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